domingo, 17 de abril de 2016

TEXTOS DE EPICUREO



«Entonces, cuando afirmamos que el placer es el fin [telos], no nos referimos a los placeres de los disolutos ni a los que se dan en las juergas, como algunos por ignorancia creen o porque no están de acuerdo o interpretan mal, sino a la ausencia de dolor en el cuerpo y de turbación en el alma. Pues ni banquetes ni francachelas continuas, ni juergas con muchachos y mujeres, ni el pescado ni todo cuanto puede ofrecer una suntuosa mesa, es lo que hace dulce la vida, sino el cálculo juicioso que investiga los motivos de cada elección o rechazo y elimina las opiniones por las cuales una fuerte agitación se apodera de las almas. Principio de esto y el bien más grande es la prudencia [phrónesis]. Consecuentemente, algo más apreciable incluso que la filosofía es la prudencia, de la que nacen todas las demás virtudes: nos enseña que no es posible una vida feliz sin ser prudente, bella y justa, ni tampoco prudente bella y justa sin ser feliz». (Carta a Meneceo)DE, Vere Gordon, Qué sucedió en la historia, Barcelona, Crítica, 2002, pág. 220.





«Estimamos la autarquía como un gran bien, no para que debamos vivir siempre con lo poco, sino porque caso de no tener lo mucho, nos contentemos con lo poco, absolutamente convencidos de que disfrutan de la abundancia con más placer quienes tienen menos necesidad de ella, y de que lo natural siempre es más fácil de conseguir y difícil lo superfluo. Los gustos frugales aportan un placer semejante a una fastuosa dieta, una vez se ha eliminado el dolor que produce la carencia: pan y agua producen el mayor placer si se llevan a la boca cuando hay necesidad. Entonces, habituarse a un régimen sencillo y sobrio proporciona la salud perfecta, hace resoluto al hombre en las ocupaciones necesarias de la vida, nos dispone mejor cuando de tanto en tanto nos acercamos a los lujos y nos torna impávidos ante el azar». (Carta a Meneceo)


No pretendas que las cosas ocurran como tú deseas, sino desea que ocurran tal como se producen, y serás siempre feliz.

El hombre de bien somete su voluntad al que gobierna el universo, como los buenos ciudadanos lo hacen a la ley de su ciudad. (...) Desear que se produzca lo que me place, puede no sólo no ser bello, sino ser lo más horrendo que hay. (...) Instruirse consiste precisamente en querer que cada cosa suceda como sucede. ¿Y cómo sucede? Como lo ha mandado el Ordenador.

Mostradme un estoico, si tenéis alguno. (...) Mostradme un hombre enfermo y feliz, en peligro y feliz, moribundo y feliz, exiliado y feliz, despreciado y feliz. (...) Es un alma lo que uno de vosotros debe mostrarme, un alma de hombre que quiera conformarse con el pensamiento de Dios, no proferir quejas contra Dios o contra un hombre, no caer en falta en sus empresas, no chocar con los obstáculos, no irritarse, no ceder a la envidia o los celos, sino hacerse un Dios abandonando al hombre, y en este cuerpo mortal querer la sociedad de Zeus.