viernes, 7 de noviembre de 2014

SCHLIEMANN, EL DESCUBRIDOR DE TROYA

Muchas personas de todas las épocas han leído las obras de Homero y disfrutado con las aventuras de sus héroes. Uno de estos apasionados lectores, el alemán Schliemann, decidió dedicar toda su fortuna y sus energías a encontrar los restos arqueológicos de los aqueos. A los 14 años, Heinrich Schliemann trabajaba como aprendiz de una tienda. Allí oyó recitar unos versos de Homero en griego, y desde entonces sintió una verdadera pasión por las obras homéricas. Él estaba convencido de que relataban algunos hechos reales. Aprendió griego, además de otros ocho idiomas, y conocía de memoria los versos de la Ilíada. Después de una brillante carrera como comerciante, a los 36 años había reunido una fortuna inmensa y se dedicó por entero a buscar la antigua ciudad de Troya, cuyo asedio se relata en la Ilíada. En 1871 creyó haber localizado el lugar y comenzó a excavar en una colina cercana al pueblo de Hiserlik, en la actual Turquía. Poco después encontró los restos de la antigua ciudad y un enorme tesoro de oro, que él identificó con el tesoro de Príamo, el rey troyano. Unos años después buscó en Mecenas la tumba de Agamenón, el jefe de los aqueos, y allí descubrió las tumbas reales. Aunque sus métodos de trabajo no eran muy científicos y los restos que encontró no eran los de los héroes homéricos, sus descubrimientos sacaron a la luz la civilización aquea, hasta entonces completamente desconocida. El relato de sus aventuras despertó en mucha gente la pasión por la arqueología, que comenzó a ser considerada como una fuente de conocimiento, y no solo como un búsqueda de tesoros.