En la primavera del año 399 a. C, se condenaba a morir envenenado por
cicuta a uno de los personajes más ilustres de la Grecia Clásica.
Acusado de haber corrompido a la juventud y de impiedad a los dioses de
Atenas, Sócrates acato el injusto veredicto con la misma dignidad y
coherencia con la vivió.