
JUICIO Y MUERTE DE SÓCRATES
Con
 noble calma y valor, Sócrates recibió la copa de cicuta y ante los ojos
 de sus discípulos bebió el veneno que le causaría la muerte, dando 
cumplimiento a la sentencia dictada contra él por “corromper a la 
juventud e introducir divinidades extrañas” en la Atenas del año 400 
antes de Cristo.
Para
 muchos, la muerte de Sócrates representa la obediencia fiel de un 
ciudadano a las leyes de su Pueblo, porque rechazó los reiterados 
ofrecimientos de sus discípulos para facilitar su huida de la prisión.
De
 la vida y del modo de ser y de pensar de Sócrates, su juicio y el 
desenlace que éste tuvo son los episodios más significativos. En 
general, puede decirse que Sócrates fue una víctima inocente de una 
Atenas crispada por más de veinte años de guerra continua, que se vio 
coronada por el régimen de terror impuesto por los Treinta tiranos entre
 el —404 y el —403 tras la victoria espartana.
Cuando
 la democracia se instaura de nuevo, Sócrates es visto como cómplice de 
Critias y Cármides, cabezas destacadas de ese grupo oligárquico. No era 
la primera vez que el nombre de Sócrates se asociaba al de los enemigos 
de la democracia: la defección de Alcibíades años antes era un 
importante precedente. No se juzgó a Sócrates por estas razones (lo 
mejor, sospechas), pues la amnistía política del —403 cerraba el paso a 
tal tipo de revanchas.
Sin
 embargo, el nuevo partido demócrata buscó el exilio de Sócrates. 
Diógenes Laercio recoge la acusación de que se le hizo objeto: «Melito, 
hijo de Melito, del distrito de Pita, acusa a Sácrates, hijo de 
Sofronisco, del distrito de Alopece, bajo juramento al siguiente efecto.
Sócrates
 es culpable de: 1) de no rendir culto a los dioses a quienes rinde 
culto el Estado, sino de introducir prácticas religiosas nuevas y poco 
conocidas; 2) y además, de corromper a los jóvenes. El acusador público 
pide la pena de muerte. » Pronto se vio que el plan de Sócrates no se 
encaminaba a la salvación de su vida. Pudo haber alegado desobediencia a
 los Treinta tiranos, habiendo estado en una ocasión al borde de la 
muerte, pero no lo hizo. Apenas si se refirió a la primera parte de la 
acusación, pues en Atenas había libertad de culto religioso, y rechazó 
enfáticamente la verdad de la segunda. Sin embargo, su relación con 
Alcibíades o con Critias había sido demasiado estrecha como para que el 
pueblo en general dejara de vincularlos. (Años antes, Alcibíades había 
sido parte destacada de un sacrilegio escandaloso habido en Eleusis.) 
Sócrates subrayó las diferencias que le separaban de los objetivos y de 
los beneficios económicos de la educación de los sofistas, y se declaró 
inocente.
Por
 un lado, adujo, la muerte era un digno final a una vida virtuosa como 
la suya. Por otro, cuenta Jenofonte, Sócrates veía en aquélla una salida
 a las miserias de la vejez. No rehuyó la pena capital. Solicitó para sí
 un puesto vitalicio en el Pritaneo (o Comité del Senado) como 
reconocimiento a su labor educativa y a su civismo, y sólo aceptó pagar 
una multa. Los jueces, que habían de elegir entre la sanción del 
acusador público y la propuesta por Sócrates, se vieron con las manos 
atadas y le condenaron a muerte. Sócrates pudo haber eludido fácilmente 
tal desenlace, pero optó por no arrojar sobre sí la menor sombra de 
sospecha acerca de su conducta y de su lealtad a las leyes de Atenas.
Los sicofantes
 cumplían, ciertamente, una función social en la sociedad griega, aunque
 la moderna institución de la fiscalía los haya tornado seres 
despreciables en ciertas circunstancias. Fueron sicofantes los que 
acusaron a Sócrates de no creer en los dioses del Olimpo, incriminación 
que lo llevó a ser condenado a muerte mediante la ingestión de cicuta, 
el veneno extraído de la planta del mismo nombre.
Ya
 en prisión, Sócrates rechazó un ofrecimiento de fuga que le fue hecho 
por sus amigos, y dio muestras de un magnífico buen humor, reconfortando
 incluso a aquellos que lloraban su suerte. Llegado el momento, se 
despidió de su familia —el más pequeño de sus hijos sólo tenía unos 
meses de edad— y de sus amigos y seguidores, preparó su cuerpo para el 
funeral y apuró el contenido de la copa de cicuta. 
