EPICURO
UNA FILOSOFIA
DE LA AMISTAD
UNA FILOSOFIA
DE LA AMISTAD
Por Jordi Puigdomènech
El sistema filosófico de Epicuro surge como una respuesta práctica para aquellos individuos
inquietos que buscaban el camino para alcanzar la felicidad y la
confianza en el ser humano. Eran tiempos de profunda crisis, tanto
política como moral, agitados por continuas guerras y
luchas por el poder; tiempos en los que la filosofía se erige como un
saber eminentemente práctico, que parte de una actitud reflexiva frente a
los males que aquejan a todos:
<< No hay que simular filosofar, sino filosofar realmente. Porque no necesitamos aparentar estar sanos, sino estar sanos realmente >>
El sabio es un ser autosuficiente,
que sabe dominarse a sí mismo y, por tanto, lleva una vida feliz -o
aproximadamente feliz-, en abierto contraste con el erudito que
únicamente acapara conocimientos o el ambicioso que sólo persigue la
riqueza. El epicureísmo es esencialmente un arte del buen vivir, basado
en la moderación de las necesidades y en el uso racional de la libertad:
<< El que quiera llevar una
vida libre no puede adquirir grandes riquezas, por no ser éstas asunto
fácil de conseguir sin tener que realizar a cambio servicios al vulgo o a
los poderosos. Pero el hombre libre ya lo posee todo en su misma
libertad >>
Epicuro propone, en primer lugar,
partir de un conocimiento de la realidad libre de temores infundados y
de falsas opiniones, ambos causa frecuente de perturbación del ánimo. La
única realidad que existe es la sensible, que es conocida por el
individuo a partir de los datos de los sentidos (materialismo). El alma
no es un ente espiritual o trascendente, sino material y corpóreo. Está
compuesta de átomos como el resto de la materia, pereciendo, por tanto,
cuando éstos se disgreguen tras la muerte del cuerpo. Con esta
afirmación, Epicuro acepta el atomismo de Demócrito.
La ética epicúrea y su concepto de hedoné
Una de las características esenciales
de la filosofía epicúrea es la subordinación de todo su sistema
filosófico a conclusiones de carácter moral. Los dos textos
fundamentales para estudiar la ética de Epicuro son la Carta a Meneceo y las Máximas Capitales , ambas recogidas por Diógenes Laercio en el libro X de su obra Vidas de filósofos ilustres .
La teoría epicúrea del conocimiento trataba del papel primordial que
ocupan los sentidos en el proceso del conocer, mientras que la física se
ocupaba del estudio de la materia, compuesta por átomos y vacío. Los
átomos están dotados de un movimiento desviatorio imprevisible - clinamen-
que es la causa de los choques y agrupaciones de átomos que, a su vez,
dan origen a la materia. Esta teoría física servía a los epicúreos para
evitar el determinismo y preservar así la libertad del alma, pues en
definitiva ésta se compone de átomos, como todo lo real. El período
helenístico fue un período de confusión y desorden, no sólo en el
terreno político, sino también en el terreno moral. Por ello, el
objetivo central de la filosofía epicúrea es la búsqueda de los medios
que pueden conducir al hombre a llevar una vida tranquila y feliz, de
ahí que la ética ocupe en ella el lugar central. La Carta a Meneceo
es un resumen de otros tratados de ética, perdidos para la posteridad.
Su primera parte es una invitación a la filosofía como fundamento de un
nuevo humanismo:
<< Nadie por ser joven dude
en filosofar, ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es
joven o viejo para la salud del alma. El que dice que aún no tiene edad
de filosofar o que la edad ya le pasó, es como el que dice que aún no ha
llegado o que ya le pasó el momento oportuno para la felicidad >>
La aportación primera de Epicuro no
es propiamente la invitación a la filosofía porque a través de ella se
alcanza la felicidad, propuesta hecha ya anteriormente por otros
pensadores, sino el matiz profundamente pragmático que confiere al
filosofar, gracias al cual éste se convertirá en algo adecuado para
cualquier edad. En segundo lugar, Epicuro afirma que la base de la
felicidad es la obtención del placer y la evitación del dolor, porque el
placer - hedoné - es el principio - arché - y el fin - télos- de una vida feliz:
<< Y por esto decimos que
el placer es principio y culminación de la vida feliz. Al placer, en
efecto, reconocemos como el bien primero, a nosotros connatural; de él
partimos para toda elección y rechazo, y a él llegamos juzgando todo
bien con la sensación como norma >>
Epicuro distingue dos tipos de hedoné (placer):
el estable o catastemático y el móvil o cinético. El placer
catastemático es el que Epicuro señala como más importante, y se define
como la armonía que produce una ausencia de dolor no sólo en el cuerpo,
sino también en el alma. Esta armonía no es difícil de alcanzar, pues
basta con mantener un equilibrio en el aspecto físico de la persona y un
alma libre de vanas opiniones. Los placeres cinéticos son los propios
de los sentidos y posteriores a los placeres catastemáticos. Si un
hombre tiene hambre, al comer obtendrá un placer estable. Pero si
después de haber comido lo suficiente continúa ingiriendo alimentos
únicamente para deleitarse, entonces estará obteniendo un placer en
movimiento o cinético. Epicuro considera que el placer no es ilimitado;
pero como la carne es irracional - á-logos - el límite en la búsqueda y consecución del placer lo debe marcar la razón - diánoia -, evitando así los deseos desmesurados:
<< No aumenta el placer en
la carne una vez se anula el dolor por lo que nos faltaba, sino que
únicamente se diversifica (...) El límite de la grandeza de los placeres
es la eliminación del dolor >>
Pese a que Epicuro considera que los
placeres que proporciona el alma son superiores a los del cuerpo,
también afirma rotundamente que los primeros en ser atendidos deben ser
éstos: hay que eliminar el dolor de estómago que provoca el hambre antes
de poder gozar de otros placeres. Y en cuanto a los deseos, la
prudencia - phrónesis - es la que indicará al individuo cuáles deben de ser aceptados y cuáles rechazados. Epicuro distingue tres tipos de deseos:
I/ Naturales y necesarios: son los
que hacen referencia inmediata a la supervivencia y causan dolor si no
son atendidos de inmediato. Calmar el hambre, la sed y el frío son
deseos naturales y necesarios que, al ser eliminados, producen un placer
catastemático.
II/ Naturales y no necesarios: son
los que no aparecen como reacción al dolor, sino como variación del
placer. No producen dolor si no son satisfechos. Se limitan a provocar
placeres cinéticos y entre ellos se incluyen los placeres relativos al
sexo. Epicuro distingue entre la mera relación sexual - tá aphrodisía- que considera una necesidad natural del cuerpo, y el amor apasionado - eros- , altamente peligroso por ser motivo de desasosiego del alma.
III/ No naturales y no necesarios:
son el ansia de poder, fama, gloria y demás triunfos. Epicuro defiende
la posibilidad de abstenerse de toda vida política. El sabio no debe
aceptar cargos públicos y limitarse únicamente a acatar las leyes del
lugar en que vive. El epicúreo es un hombre libre, moderado, que quiere
vivir en paz gozando de los pequeños placeres que da la vida. Tal vez,
admite, no sea posible evitar los pequeños achaques y las enfermedades,
pero lo que sí es posible, gracias a la filosofía, es dominar las ansias
y ambiciones irracionales de poder, en algunos casos, y de placer, en
otros, que dominan el alma llenándola de angustias y terrores.
Los dioses de Epicuro
Tanto en la Carta a Meneceo como en las Máximas Capitales Epicuro habla de la necesidad
de evitar los temores del alma, y uno de ellos es el temor a los
dioses. Para el filósofo de Samos los dioses existen, aunque no hay que
temerles, pues viven plenos y felices en los espacios intercósmicos, sin
preocuparse para nada de los humanos. En consecuencia, niega la
existencia de la Providencia , es decir, la intervención de los dioses
en la vida de los seres humanos:
<< Los dioses existen, ya que el conocimiento que tenemos de ellos es evidente >>
<< Si los dioses prestaran
oídos a las súplicas de los hombres, pronto todos ellos hubieran
perecido, porque de continuo piden muchos males los unos contra los
otros >>
La evidencia de la existencia de los dioses se manifiesta en las anticipaciones - prolépseis- , que son las nociones impresas en el intelecto de todos los hombres. En el sueño y en la vigilia la mente capta los eídola o simulacra ,
emanados continuamente de los mismos dioses. Las anticipaciones de los
dioses no se obtienen, pues, por los sentidos, sino por la mente.
Epicuro acepta el culto a los dioses, pero no porque de su veneración
espere recibir recompensa alguna, sino porque la contemplación serena y
desinteresada de estos seres superiores, modelos de eterna felicidad,
produce alegría en los seres humanos. El mundo es, sin más, el producto
del casual movimiento de los átomos, sin destino ni dictado divino
alguno que cumplir, por lo que la práctica de la adivinación -muy
extendida en la época- carece de todo fundamento. Otro de los temores
que Epicuro trata de combatir es el miedo a la muerte. Según el filósofo
de Samos:
<< La muerte no puede ser
sentida (...) La muerte no afecta a los vivos ni a los muertos; no
existe para aquéllos, y éstos no existen para ella (...) Sin embargo, es
el más terrible de los males >>
De entre los temores que provoca la
muerte, dos pueden ser considerados como los más terribles: el miedo al
más allá y el miedo a la desaparición de la conciencia. La tradición
mítica había fomentado el miedo al más allá y a la aniquilación del
"yo", por lo cual Epicuro se enfrenta a ambas cuestiones, negando las
creencias populares sobre los premios y los castigos de ultratumba, por
un lado, y las tesis platónicas acerca de la inmortalidad del alma, por
otro. Para un epicúreo pensar en la muerte no tiene nada de espantoso,
ya que con ella desaparece para el ser humano toda posibilidad de
experimentar sensaciones, incluidas la del dolor y la del sufrimiento. Y
si la muerte no es un mal en el momento en que se presenta, mucho menos
debe serlo para aquél que únicamente piensa en ella. Lo que nos sucede
después de la muerte debe preocuparnos tanto como lo que nos sucedió
antes de haber nacido, es decir, nada en absoluto:
<< El recto conocimiento de
que la muerte nada es para nosotros hace dichosa la mortalidad de la
vida, no porque añada un tiempo infinito, sino porque elimina el ansia
de inmortalidad. Nada temible, en efecto, hay en el vivir para quien ha
comprendido que nada temible hay en el no vivir >>
La inmortalidad del alma no tiene
sentido para Epicuro, ya que ésta, al igual que el cuerpo, se halla
formada por átomos. Cuando los átomos del cuerpo se disgregan, lo mismo
sucede con los átomos más sutiles que constituyen el alma.
Epílogo: el epicureísmo, una filosofía de la amistad
El punto central de la ética de Epicuro es el placer - hedoné- , un placer moderado, entendido como ausencia de dolor. Dentro de este marco debe situarse la amistad - philía- ,
porque al cultivarla la vida humana se verá revestida del mayor placer y
felicidad. El significado que la amistad toma con Epicuro es universal,
independiente de la clase social a la que pertenezca el individuo:
<< La amistad va
recorriendo el universo como un heraldo que nos invita a la felicidad
(...) De todos los bienes que la sabiduría procura para la felicidad de
una vida completa, el mayor con mucho es la adquisición de la amistad >>
La amistad procura al hombre una
ayuda frente al aislamiento, en un mundo declaradamente extraño y
hostil. El epicúreo se retira al Jardín, desengañado de la sociedad de
la época, para dedicarse a la búsqueda del placer y al cultivo de la
amistad, auténticos guías en el camino hacia la felicidad.