EPICURO Y LA FELICIDAD COMO PLACER
Los hedonistas consideran que la
felicidad nace de la búsqueda del placer y la evitación del dolor (en un
sentido amplio: el malestar). Sin embargo no es cierto que se trate de
una postura que niega el malestar y que abraza TODO el placer.
Consideran que la inteligencia es la que permite al hombre hacer un
balance de placeres y malestares y que uno puede muchas veces renunciar a
un placer o aceptar un malestar si se persigue un placer mayor
distinto. La diferencia fundamental de este pensamiento respecto al
aristotélico es que no contemplan un “fin último” de la actividad humana
equiparando más al hombre con el resto de los animales.
Epicuro
nació en la isla de Samos, hijo del ateniense Neocles, uno de los
colonos emigrantes que acogiéndose a una ayuda estatal, se había
establecido en la isla en el 352, recibiendo un lote de tierras. Fue el
segundo de cuatro hermanos, siendo su padre maestro en una pequeña
escuela; parece probable que Epicuro le ayudara en sus trabajos. El
oficio de maestro de primeras letras no era una profesión de prestigio y
el satírico Timón se burlaba de este trazo familiar, aludiendo a
Epicuro como "el hijo del maestro de escuela, el menos educado de los
filósofos". Epicuro comenzó a estudiar filosofía tempranamente, siendo
discípulo del platónico Pánfilo a los catorce años; de él aprendió las
bases y postulados de un idealismo al que iba a oponerse a lo largo de
toda su vida. A los dieciocho años fue a Atenas a cumplir el servicio
militar, conociendo allí al popular comediógrafo Menandro. En sus
primeros años en Atenas Epicuro vivió las repercusiones de las muertes
de Alejandro Magno, Demóstenes, Aristóteles y Diógenes el Cínico, aunque
no se conservan testimonios fehacientes de esta primera estancia
ateniense del filósofo de Samos. Posteriormente, Epicuro residió diez
años en Colofón, debido a motivos familiares. Allí pudo estudiar con el
filósofo atomista Nausífanes, discípulo de Demócrito y del escéptico
Pirrón. La influencia que ejerció Nausífanes en el pensamiento
epicureísta es digna de tener en cuenta. Tras haber dirigido una primera
y fugaz escuela en Mitilene, Epicuro regresó a Atenas en el 306 para
fundar El Jardín. Pese a las vicisitudes políticas vividas por la ciudad
ateniense, el Liceo y la Academia seguían siendo escuelas filosóficas
de enorme prestigio, en las que se impartía una paideía del
más alto nivel. Para impartir con independencia su doctrina, Epicuro
compró una casa y, no lejos de ella un pequeño terreno, el "Jardín" ( kêpos ).
Este jardín era más bien un huerto en el que, además de charlas y
convivencias amistosas, se cultivaban también hortalizas para caso de
necesidad. El espíritu intelectual de la escuela de Epicuro difería de
los del Liceo y la Academia , más dedicados a la investigación
científica y a la paideía cultural superior. El Jardín
proporcionaba más bien un lugar para el retiro y la vida intelectual de
un grupo de amigos, congregados en torno a la venerable figura del
filósofo de Samos.