Minos, hijo de Zeus y de Europa, era el rey de Creta. Consiguió un
título para el reinado cuando Poseidón le mandó un toro proveniente del
mar en respuesta a sus plegarias; pero por sus errores en el sacrificio,
Poseidón lo imposibilitó para tener hijos: eyaculaba serpientes,
escorpiones y ciempiés que mataban a todas las mujeres (lo curó Procris,
quien le hizo una mujer artificial que le extrajo todos los animales).
Una vez curado ya pudo engendrar hijos e hijas (Fedra, Ariadna,
Androgeo...) con su esposa Pasifae, hija del Sol. Pero Pasifae se
enamoró del toro que tenía que ser sacrificado. El ingeniero Dédalo le
hizo una vaca artificial dentro de la cual ella sació su pasión y
concibió el Minotauro. Dédalo, por orden del rey, construyó el laberinto
donde se guardaba el Minotauro y donde Minos también encerró a Dédalo;
pero éste y su hijo Ícaro se escaparon mediante unas alas. Ícaro se
acercó demasiado al Sol, la cera de las alas se derritió y se precipitó
en el mar. Dédalo, en cambio, pudo llegar a Sicilia donde difundió sus
técnicas.
Un hijo de Minos, después de triunfar en el festival panateniense, murió
asesinado por los cuernos de un toro. Minos atacó Atenas que, frente a
la fuerza marítima de Creta, tuvo que capitular y fue forzado a proveer
siete mozos y siete doncellas que serían devorados anualmente por el
Minotauro. Un año, Teseo, hijo del rey Egeo, se presentó voluntario; su
padre no pudo convencerle y tan sólo le pidió que si tenía éxito pusiera
velas blancas en el barco de vuelta, ya que en el de ida las llevaría
negras. Cuando Teseo llegó a Creta se enamoró de Ariadna, hija de Minos,
la cual le proporcionó un ovillo de hilo que le permitiría retornar
victorioso del centro del laberinto. La pareja huyó a Naxos, donde
Ariadna se perdió y se quedó dormida. Teseo tuvo que continuar solo el
viaje hacia Atenas; tan triste estaba, que olvidó cambiar las velas
negras y Egeo, pensando que su hijo había muerto, se tiró al mar desde
el lugar de la Acrópolis donde éste se distingue (desde entonces se
llama mar Egeo). En Naxos, Dionisio consoló a Ariadna y la convirtió en
su esposa.