Ruinas del palacio Cnossos (Creta) |
En Creta, una isla a medio camino entre Europa, Asia y África, una
civilización de origen no griego creó una cultura caracterizada por la
libertad de sus gentes y un arte elegante e inimitable. Entre 2700 y
1400 a.C., Creta dominó el mundo egeo.
Los orígenes de la cultura minoica, brillante civilización mediterránea así llamada en honor al legendario rey Minos, el único soberano conocido de Creta, se remontan al 6000 a.C., fecha en que se registran las primeras sociedades neolíticas en la isla. Hacia 2700 a.C., Creta experimentó uno de sus primeros momentos de auge gracias a la introducción del torno de alfarero y la metalurgia del bronce.
Los orígenes de la cultura minoica, brillante civilización mediterránea así llamada en honor al legendario rey Minos, el único soberano conocido de Creta, se remontan al 6000 a.C., fecha en que se registran las primeras sociedades neolíticas en la isla. Hacia 2700 a.C., Creta experimentó uno de sus primeros momentos de auge gracias a la introducción del torno de alfarero y la metalurgia del bronce.
Con la aparición del bronce, la propiedad privada se extendió
paulatinamente hasta sustituir a la organización colectiva de origen
neolítico. Al mismo tiempo, la situación estratégica de Creta favoreció
unas intensas relaciones comerciales con las grandes civilizaciones del
Creciente Fértil. La necesidad de obtener estaño, mineral inexistente en
la isla pero imprescindible para producir bronce, debió impulsar a los
cretenses a establecer contactos con ultramar para conseguirlo.
La fabricación de herramientas de bronce permitió no sólo la edificación
de grandes complejos arquitectónicos sino también la construcción de
grandes naves, con capacidad para 30 remeros.
Los grandes palacios
Hacia el II Milenio a.C., el movimiento comercial de Creta provocó el
auge considerable de las primeras comunidades agrícolas de la isla que
ya tenían una vida comunal intensa como resultado de la actividad
productiva.
Algunos grupos familiares (clanes) de los poblados crecieron en número y
fueron haciéndose cada vez más importantes dentro de su comunidad,
posiblemente gracias a su mayor cohesión y a su mayor productividad
agrícola respecto de los demás. Como consecuencia de esta suma de
circunstancias, se inició la construcción de palacios en Festos, Hagia
Tríada y Cnosos, siendo este último la obra arquitectónica más
importante.
La organización económica se centralizó en esos palacios y se produjo un
gran desarrollo de la agricultura, que desde períodos anteriores estaba
centrada en el cultivo del trigo, la vid y el olivo, así como de la
ganadería.
El buen funcionamiento del sistema económico cretense proporcionó a
todas las capas sociales un elevado nivel de bienestar material, por lo
que este período tuvo los rasgos característicos de una civilización
rica y pacífica, ajena a los conflictos sociales. Esta situación se
reflejó en la cerámica, la pintura y la escultura, que en esta época
empezaron a mostrar su preferencia por los temas de la naturaleza, uno
de los rasgos más característicos del arte minoico.
Los historiadores han interpretado la magnificencia de los palacios,
carentes de murallas, como un reflejo del alto nivel de vida de Creta
durante el II Milenio a.C. Pero hacia 1700 a.C., los antiguos palacios
fueron destruidos por una catástrofe de origen desconocido. Se cree que
la causa pudo haber sido un terremoto o una posible invasión extranjera,
hipótesis que está actualmente en discusión. En cualquier caso, la
reconstrucción de los palacios fue inmediata, lo que indica que la
cultura minoica no sufrió una ruptura irreparable.
Empieza entonces, la gran época de la civilización cretense, que corresponde al segundo período palacial o Minoico reciente, el cual es asociada a la figura del legendario rey Minos, señor de los mares, de quien los mitos griegos decían que tuvo un hijo mitad hombre, mitad toro, el Minotauro, a quien se ofrecían sacrificios humanos anualmente. Supuestamente, con esta leyenda, los griegos habrían tratado de explicar su presunta dependencia política de Cnosos, si bien los arqueólogos no han logrado precisar los límites del poder de este rey que, disponiendo de una poderosa flota, llegó a controlar las rutas comerciales del mar Egeo y coronó a sus hijos como reyes de las Cícladas, donde había surgido una cultura de poblados fortificados y grandes artesanos de la piedra y el mármol.
Durante este período, existió un claro predominio de Cnosos sobre el
resto de las ciudades y palacios, que siguieron siendo monumentales, con
estancias agrupadas en torno a un gran patio central, aunque su tamaño y
suntuosidad eran inferiores a los de la casa reinante.
La hegemonía de Cnosos sobre la isla y parte del mundo egeo debió de
producirse entre 1700 y 1400 a.C., precisamente durante la época de
mayor apogeo del comercio entre Creta, Egipto y Medio Oriente.
El culto al refinamiento
En esta época de apogeo, la pintura al fresco logró su mayor desarrollo.
Las escenas reproducían la vida cotidiana con gran maestría y
reflejaban una existencia plácida y en libertad en toda la isla:
procesiones y sacrificios, con la participación del pueblo, y hombres y
mujeres jóvenes recogiendo flores o entregados al juego y las danzas.
Frescos minoicos encontrados en el Palacio de Cnosos |
Los relieves y frescos del Minoico reciente reproducen escenas en
movimiento, representando con gran expresividad a oficiales apresurados,
sacerdotisas gesticulando vivamente, los saltos de caballos al galope o
de peces voladores. Y cada escena refleja el estilo de vida lujoso y
refinado que caracterizó en su esplendor la sociedad cretense. El
esplendor minoico también se reflejó en la escultura, principalmente en
las figurillas de ídolos, como la "diosa de las serpientes", de cuyo
vestido se deduce no sólo el atuendo que usaban las mujeres de la
aristocracia, sino también la importancia de la mujer en la sociedad.
El toro, símbolo del poder real cretense |
Las joyas, vasos de oro y las piedras preciosas muestran además la
pericia técnica de los artesanos, cuyos productos de alta calidad no
sólo eran famosos en la isla, sino también en regiones vecinas. En las
cerámicas, aparece una pintura en barniz oscuro sobre fondo claro (vasos
octopus, hacia 1500 a.C.). Las vasijas adoptan preferentemente formas
esféricas y están decoradas con escenas de corte naturalista y
figurativo.
Una súbita caída
La refinada y lujosa cultura cretense del Minoico reciente ejerció una
gran atracción sobre los nuevos pueblos de lengua indoeuropea asentados
desde 2000 a.C. en la Grecia continental; especialmente, sobre los
soberanos de Micenas, cuyos anhelos por conseguir las riquezas de la
isla sólo eran frenados por la poderosa flota cretense.
Sin embargo, cuando precisamente el mundo minoico vivía su período de
mayor esplendor, los nuevos palacios volvieron a caer, según se cree,
destruidos por la erupción volcánica de la isla de Thera (actual
Santorin), ubicada a 112 km al noreste de Creta. A la onda expansiva le
siguieron olas gigantescas y terremotos que, sumado a la lluvia de
cenizas, provocaron el abandono de extensas áreas. Micenas aprovechó
entonces la oportunidad de apoderarse de Creta y establecerse en Cnosos.
Así, la civilización cretense llega a su fin, desapareciendo su poderosa
flota y, durante dos siglos, formó parte de la cultura micénica.
Una religión participativa
El carácter participativo del culto, que sirvió para unir al pueblo y la nobleza, fue un elemento distintivo de la civilización minoica. Marcó, además, una clara diferencia entre la organización social minoica y la rígida estructura jerárquica de las sociedades de Oriente Próximo, que divinizaron el poder, distanciándose del pueblo. Otro rasgo distintivo de los cretenses en materia de religión fue -incluso después de la llegada de los micénicos- el primitivo culto neolítico a la diosa madre de la fertilidad, relacionada con los montes sagrados, flores, árboles o arbustos, y con serpientes, aves, leones, grifos o esfinges. Por otra parte, la elección del toro como animal destinado al sacrificio en los rituales funerarios, hizo creer erróneamente que los cretenses habían divinizado a este animal. Los enterramientos, inicialmente colectivos, experimentaron una evolución: de las inhumaciones en urnas con forma de toro, se pasó a los entierros en el interior de recintos amurallados o en cuevas familiares. Hasta el final de su civilización siguieron usando también los tholos -tumbas colectivas subterráneas-, adoptados en el período prepalacial.
Fuente. Historia Universal. El mundo griego, Editorial Sol 90, Barcelona, 2004
Una religión participativa
El carácter participativo del culto, que sirvió para unir al pueblo y la nobleza, fue un elemento distintivo de la civilización minoica. Marcó, además, una clara diferencia entre la organización social minoica y la rígida estructura jerárquica de las sociedades de Oriente Próximo, que divinizaron el poder, distanciándose del pueblo. Otro rasgo distintivo de los cretenses en materia de religión fue -incluso después de la llegada de los micénicos- el primitivo culto neolítico a la diosa madre de la fertilidad, relacionada con los montes sagrados, flores, árboles o arbustos, y con serpientes, aves, leones, grifos o esfinges. Por otra parte, la elección del toro como animal destinado al sacrificio en los rituales funerarios, hizo creer erróneamente que los cretenses habían divinizado a este animal. Los enterramientos, inicialmente colectivos, experimentaron una evolución: de las inhumaciones en urnas con forma de toro, se pasó a los entierros en el interior de recintos amurallados o en cuevas familiares. Hasta el final de su civilización siguieron usando también los tholos -tumbas colectivas subterráneas-, adoptados en el período prepalacial.
Fuente. Historia Universal. El mundo griego, Editorial Sol 90, Barcelona, 2004