Atleta (jarro griego) |
El deporte en la vida de un griego
hace tres mil años, no era una elección. El convencimiento de que el ejercicio
físico estaba directamente conectado con el entrenamiento mental, fue una
máxima que se ejecutó en la educación de los niños: la mente no puede existir
sin el cuerpo. La práctica de la gimnasia, que involucraba todas las
disciplinas deportivas, incluso se consideraba como un elemento importante en
la formación moral de las personas.
La inculcación de una cultura
deportiva apuntaba a que el griego tuviese una vida saludable. Platón esperaba
que la medicina fuese un recurso secundario, ya que el agilizar y fortalecer el
cuerpo, acompañado por una alimentación correcta, podían conseguirlo. La vida
saludable también se consideraba un aspecto bastante práctico: la cantidad de
conflictos bélicos era considerable y constantemente se requería la presencia
de varones para el servicio militar. Por esta razón, en la educación de los
niños se consideraba la lucha, el boxeo, el pankration, carrera, salto y
lanzamiento de disco y jabalina.
El palaestra, que significa
“el lugar donde se lucha”, era un centro bastante popular, al que asistían
hombres de todas las edades para socializar y ejercitarse. Los jóvenes, fuesen
o no a participar en justas deportivas, debían asistir a estas escuelas de
lucha para ser preparados por exigentes entrenadores, que no sólo buscaban la
perfección en los ejercicios, sino que se realizasen con armonía. De hecho,
muchas veces se acompañaban las sesiones con música, como si se tratara de
danza.
El arte no estaba alejado del
deporte, existía una conexión natural ante la importancia de la educación
física en el ideal de belleza que obras del periodo buscan representar. El
Discóbolo, obra esculpida por Mirón en el 450 a.C., es una evidencia
palpable de esta unidad. En las obras escritas, las referencias al deporte
cruzan a autores que van desde Homero, hasta las comedias de Aristófanes.
La religión abrazaba esta cultura
deportiva en los antiguos griegos, tanto así que las principales competencias
se celebraban en honor a los dioses. Zeus, máxima figura entre las deidades
griegas, era honrado en la festividad más grande de todas: los Juegos
Olímpicos.
ORIGEN DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Pese a todos los esfuerzos de
investigadores enfocados en el periodo de la Antigua Grecia, nunca se ha
logrado definir con exactitud la fecha en que los Juegos Olímpicos se
iniciaron, aunque muchos apuntan al 776 a.C. Qué inspiró la realización de esta
legendaria competencia, tiene más respuestas.
Una de ellas cuenta la historia del
héroe griego Pélops, hijo de Tántalo, que aceptó el desafío que había anunciado
el Rey Enomao: quien lo derrotase en una carrera de cuádrigas (carros), se
ganaría el derecho de desposar a su hija, Hipodamia. Trece pretendientes fallecieron
en el intento, hasta que llegó el turno de Pélops. Su victoria conllevó al
suicidio de Enomao, aunque Hipodamia cumplió con la promesa y aceptó
convertirse en su esposa. Las fiestas se llevaron a cabo en Olimpia, donde en
su honor se iniciaron los Juegos Olímpicos. Desde entonces, siempre se realizó
una ofrenda sobre la tumba de Pélops, considerado el primer campeón olímpico.
Otro relato de carácter mítico pone
como protagonista al dios Zeus, aún un infante, que compitió en la primera
carrera a pie jamás realizada contra su propio padre, Cronos. Su triunfo le
valió el control del mundo y, además, la realización de las justas deportivas
olímpicas en su honor. Esto justifica que los juegos se celebrasen siempre en
honor a los dioses, ya que todas las victorias eran ofrendadas a Zeus.
Los Juegos Olímpicos no eran los
únicos de su tipo. En otras ciudades de Grecia existían celebraciones
similares, pero que nunca llegaron a tener la relevancia de los que se
realizaban cada cuatro años en Olimpia, al sudoeste de Grecia, que era el
centro religioso más antiguo de aquella civilización. Los Juegos Píticos en
Delfos (en honor a Apolo), los Juegos Nemeicos en Nemea (en honor a Heracles) y
los Juegos Ístmicos en el Istmo de Corinto (honrando a Poseidón), eran las otras
tres competencias de importancia, que junto a los Olímpicos eran los cuatro
grandes festivales panhelénicos.
LOS FESTIVALES OLÍMPICOS
Los juegos eran bastante más que una
simple justa deportiva, eran festivales sagrados que abrazaban la cultura y el arte.
Pensadores y escritores aprovechaban las inmensas cantidades de visitantes
durante las citas olímpicas, para exponer públicamente sus ideas y más
recientes escritos. Eso sí, la presencia de mujeres estaba absolutamente
denegada, con fuertes penas para las que desobedecieran la normativa.
La principal razón por la cual todas
estas actividades podían llevarse a cabo con tranquilidad, es que los Juegos
Olímpicos se realizaban con la más absoluta paz. El ekecheiri (tregua
sagrada) implicaba que bajo ninguna circunstancia se podían iniciar conflictos
bélicos, y todos los que ya existían, debían ser interrumpidos sin excepciones.
La armonía era una orden sagrada durante los juegos. Y los que no cumplían, lo
pagaban caro.
El inicio de los juegos era
antecedido por una larga etapa de preparación de los atletas en sus respectivas
tierras. Los cuatro años de lapso entre unos juegos y otros, periodo conocido
como la Olimpíada, no eran precisamente de “descanso”. Mensajeros eran enviados
a los distintos pueblos participantes, con la fecha exacta del inicio de los
juegos. Los participantes debían llegar con un mes de anticipación a la ciudad
de Elis, para cumplir ahí sus últimos entrenamientos bajo la atenta mirada de
los hellanodikes (jueces).
Las competencias se dividían en
categorías para niños y hombres adultos, algo que no sólo estaba definido
exclusivamente por la edad, sino también por contextura física y fuerza.
Algunos retratos de la época ilustran cómo los atletas competían desnudos o con
pocas vestimentas, en disciplinas que, en un principio, comprendían principalmente
pruebas de atletismo (carreras y salto). Deportes como la lucha o el boxeo, en
formatos bastante más violentos que en la actualidad, pronto fueron ganando
popularidad.
Otras disciplinas eran el pankration,
una brutal mezcla de lucha y boxeo definida muchas veces sólo con la muerte del
rival; las carreras de cuádrigas, el pentatlón –que reunía el
lanzamiento del disco, jabalina, salto largo, lucha y carrera-; y música.
Los juegos tenían una duración de
cinco días y se iniciaban, tal como en la versión actual: con una ceremonia de
inauguración donde los participantes juraban competir con honestidad. Los
campeones en cada uno de los eventos no recibían ningún tipo de estímulo
económico. Se competía por la gloria y el honor de los dioses. El éxito era acaparado
por los campeones, pues por muy bien que lo hayan hecho, quienes ocupaban
puestos secundarios no era más que perdedores.
Cada vencedor era premiado con una
corona de ramos de olivo, un símbolo de dignidad más importante que cualquier
cargo público o incalculables riquezas. Era ganarse un espacio en el mismo
Olimpo. El otro premio que recibían los atletas llegaba una vez que retornaban
a sus pueblos de origen, donde eran aclamados como héroes y beneficiados con un
gran número de agasajos y dádivas por parte de sus coterráneos. Estatuas en
honor de los campeones eran comunes, pues poetas y escultores se inspiraban en
sus hazañas para crear impresionantes obras.
Con el pasar de los años, los Juegos
Olímpicos comenzaron gradualmente a desgastarse al tiempo que los romanos
ganaron poder en Grecia. Cuando el cristianismo se transformó en la religión
oficial del Imperio Romano, los juegos fueron percibidos como una fiesta
“pagana” amenazadora. El emperador Teodosio, en el 393 d.C., fue quien
definitivamente los abolió, acabando con la tradición olímpica de mil años de
historia.