Alejandro Magno visto por los persas
Alejandro Magno (mosaico romano) |
A quien visite las espectaculares
ruinas de Persépolis, el lugar donde se encontraba la capital
ceremonial del antiguo Imperio persa Aqueménida, le contarán tres
hechos: que la ciudad fue construida por Darío el Grande, embellecida
por su hijo Jerjes y destruida por aquel hombre.
Aquel hombre es Alejandro Magno,
celebrado en la cultura occidental como conquistador del Imperio persa y
como uno de los grandes genios militares de la historia.
En realidad, si uno lee algunos
libros de historia occidentales podría llegar a la conclusión de que los
persas existieron simplemente para ser conquistados por Alejandro.
Pero los persas ya habían sido
derrotados por los griegos en dos invasiones fallidas, una llevada a
cabo por Darío el Grande en 490 a.C. y otra por su hijo Jerjes diez años
después. En ese sentido, el asalto de Alejandro fue una consecuencia
lógica.
DESTRUCCIÓN DE PERSÉPOLIS
No obstante, visto a través de los ojos persas, Alejandro está muy lejos de parecer Magno.
Arrasó Persépolis después de una
noche de borrachera, incitado por un cortesano griego, en venganza por
la quema de la Acrópolis por el rey persa Jerjes.
Los persas lo responsabilizan de la destrucción de lugares religiosos en todo su imperio.
Los símbolos del zoroastrismo –la
antigua religión de los iraníes- fueron atacados y destruidos. Para los
sacerdotes zoroástricos aquello fue prácticamente una calamidad.
Ruinas de Persépolis (Irán) |
La influencia de la cultura y la
lengua griegas ha contribuido a establecer una narrativa en Occidente
según la cual la invasión de Alejandro fue la primera cruzada para
llevar la civilización y la cultura al Oriente bárbaro.
Pero la realidad es que el
Imperio persa fue conquistado no porque necesitara ser civilizado sino
porque abarcaba desde Libia hasta Asia Central y era el mayor imperio
que el mundo había visto hasta ese momento.
Era, pues, un premio muy valioso.
ADMIRACIÓN POR LO PERSA
No obstante, los griegos sentían una gran admiración por el Imperio persa y por sus emperadores.
Al igual que los bárbaros que
conquistaron Roma, Alejandro admiró lo que encontró, tanto que estuvo
encantado de tomar el manto persa del Rey de Reyes.
Pero la admiración griega por lo persa se remonta a mucho antes que ese momento.
Jenofonte, el general y escritor
ateniense, escribió un himno para Ciro el Grande –la Ciropedia- alabando
al gobernante que había, según él, demostrado que un vasto territorio
podía ser regido gracias a un carácter y una personalidad fuertes.
"Ciro fue capaz de penetrar un
país inmenso gracias al puro terror que emanaba de su personalidad, que
hacía que los habitantes se postraran ante él…", escribió Jenofonte.
Emperadores persas posteriores
como Darío y Jerjes intentaron invadir Grecia y fracasaron. Sin embargo,
es destacable que muchos griegos acudían a la corte persa.
Imperio Aqueménida |
Imperio de Alejandro Magno |
El más notable fue Temístocles,
quien luchó contra el ejército invasor de Darío en la batalla de Maratón
e ideó la victoria de los atenienses contra Jerjes en Salamina.
Desencantado con la política
ateniense, emigró al Imperio persa y acabó encontrando trabajo en la
corte, donde fue nombrado gobernador provincial y vivió el resto de su
vida.
Con el tiempo, los persas se
dieron cuenta de que podían conseguir sus objetivos en Grecia intentando
enfrentar a las ciudades griegas entre sí, y durante la guerra del
Peloponeso los persas financiaron a los espartanos contra los
atenienses.
EL PRÍNCIPE JARDINERO
La figura clave en esta
estrategia fue el príncipe persa y gobernador de Asia Menor Ciro el
Joven, quien durante años cultivó una buena relación con los griegos
hasta el punto de que cuando lanzó su apuesta por el trono persa reclutó
a cerca de 10.000 mercenarios griegos.
Por desgracia para él, murió en el intento.
En un maravilloso relato, el general espartano Lisandro cuenta su visita a Ciro el Joven en la capital provincial, Sardis.
Lisandro narra cómo Ciro lo agasajó y le mostró su jardín amurallado, suparadeisos, origen etimológico del término paraíso.
Cuando Lisandro dijo que debería
dar las gracias al esclavo responsable de tal obra, Ciro se rió y señaló
que él mismo había trazado el diseño y había plantado algunos de los
árboles.
Al ver la sorpresa del espartano, Ciro indicó: "te
juro por Mitra que, si la salud me lo permite, nunca como sin haber
trabajado y sudado, sin haber realizado alguna actividad relevante en el
arte de la guerra o en la agricultura".
Impresionado, Lisandro aplaudió y agregó: "mereces tu buena fortuna, Ciro, porque eres un buen hombre".
Busto de Alejandro Magno |
¿ALEJANDRO ARREPENTIDO?
Alejandro es muy probable que
estuviera familiarizado con estas historias. El Imperio persa no era
tanto algo que conquistar como un logro que conseguir.
Aunque los persas lo caracterizan
como un destructor, un joven indómito e irresponsable, las pruebas
indican que Alejandro mantuvo cierto respeto por los habitantes de los
territorios conquistados y llegó a arrepentirse de la destrucción que
causó su invasión.
Al ver la tumba saqueada de Ciro el Grande, al norte de Persépolis, se mostró compungido y ordenó que se reparara.
Si hubiera vivido más de 32 años, quizá hubiera restaurado mucho más.
Y quién sabe, quizá los persas se
hubieran avenido a su conquistador macedonio, lo hubieran absorbido,
como sucedió con otros, y lo hubieran incorporado a su historia
nacional.
De hecho, en el gran poema épico persa, el Sahnameh, del siglo X d.C., Alejandro ya no es un príncipe completamente extranjero, sino hijo de madre persa.
Eso es un mito, pero quizá revela más verdad que las apariencias de la historia.
Como otros conquistadores que siguieron sus pasos, incluso el gran Alejandro fue seducido y absorbido por la idea de Irán.