Aunque comparados con los superpetroleros y cruceros actuales serían realmente modestos, en otros tiempos no faltaron barcos que han pasado a la historia por sus excepcionales medidas,
desmesuradas para lo que era habitual en sus respectivas épocas. No
hace mucho que tratamos aquí la figura del navegante chino Zheng He y su
gigantesco baochuán; hoy toca hacer otro tanto con un buque que aparte
de su tamaño presentaba otra insólita característica: tener dos cascos,
como los catamaranes de hoy en día. Era el fabuloso tessarakonteres.
Se trataba de un navío a remos -al mayor que ha existido en esa especialidad-, en el que el números de remeros superaba ampliamente lo acostumbrado; de hecho, se cuenta que en su viaje inaugural iban a bordo 4.000 remeros más otros 400 marineros y casi 3.000 soldados. Cantidades exorbitantes que sólo pueden explicarse al ver las medidas que apuntan las crónicas: 280 codos de eslora (unos 124 metros) por 38 de manga (casi 17 metros) y 48 de altura (21 metros).
Lo más curioso de semejante monstruo, que necesitaba de 4 timones de 45 metros de longitud para encauzar la dirección, es que estaba compuesto por dos cascos sobre los que se situaba la enorme plataforma que permitía transportar tanta tropa, como se aprecia en el modelo de la imagen anterior. También contaba con varios espolones de tamaño decreciente y las dos proas se decoraban con imponentes mascarones de 5 metros de alto cada uno, enriqueciendo así la rica decoración del conjunto, a base de pinturas y ramas vegetales.
El nombre genérico tessarakonteres, que significa cuarenta remos, resulta confuso y hay varias teorías al respecto, pero probablemente aluda a las filas de remos y la cantidad de servidores que tenía cada uno. Se supone que cada casco sería de 20 remeros por banda (40 en total, pues), teniendo en cuenta que, en este caso, el término remero no alude a una persona sino los individuos necesarios para manejar un solo remo (medían 18 metros) y contando con que se trataba de cascos trirremes, es decir, con tres filas de remos.
En cualquier caso, no se trataría de un barco precisamente marinero. Su capacidad de movimientos tenía que ser forzosamente limitada, lenta y torpe, con más que probables problemas de coordinación. Por eso no hay noticias de que se llegara a usar jamás en guerra y limitara su navegación a alguna exhibición; tampoco se ha encontrado resto alguno, ni siquiera una representación gráfica. Únicamente tenemos noticia del tessarakonteres gracias a los escritos de algunos autores como Calixeno de Rodas, en su obra perdida Peri Alexandreias, cuya referencia recogieron Plutarco y Ateneo en sus respectivos Vida de Demetrio y Deipnosofistas. Gracias a ellos sabemos que fue Ptolomeo IV quien ordenó su construcción en el siglo III a.C. Era aficionado a ese tipo de juguetes, ya que también mandó hacer una especie de ostentoso palacio flotante con el que navegaba por el Nilo. Quizá la cosa le venía de familia, ya que era un Filópator, o sea, descendiente del general macedonio que se quedó con Egipto en el reparto que se hizo entre tras la muerte de Alejandro Magno; y éste había empleado unas embarcaciones similares en diseño -aunque más pequeñas- durante el asedio de la ciudad fenicia de Tiro (ilustración inferior).
Se trataba de un navío a remos -al mayor que ha existido en esa especialidad-, en el que el números de remeros superaba ampliamente lo acostumbrado; de hecho, se cuenta que en su viaje inaugural iban a bordo 4.000 remeros más otros 400 marineros y casi 3.000 soldados. Cantidades exorbitantes que sólo pueden explicarse al ver las medidas que apuntan las crónicas: 280 codos de eslora (unos 124 metros) por 38 de manga (casi 17 metros) y 48 de altura (21 metros).
Lo más curioso de semejante monstruo, que necesitaba de 4 timones de 45 metros de longitud para encauzar la dirección, es que estaba compuesto por dos cascos sobre los que se situaba la enorme plataforma que permitía transportar tanta tropa, como se aprecia en el modelo de la imagen anterior. También contaba con varios espolones de tamaño decreciente y las dos proas se decoraban con imponentes mascarones de 5 metros de alto cada uno, enriqueciendo así la rica decoración del conjunto, a base de pinturas y ramas vegetales.
El nombre genérico tessarakonteres, que significa cuarenta remos, resulta confuso y hay varias teorías al respecto, pero probablemente aluda a las filas de remos y la cantidad de servidores que tenía cada uno. Se supone que cada casco sería de 20 remeros por banda (40 en total, pues), teniendo en cuenta que, en este caso, el término remero no alude a una persona sino los individuos necesarios para manejar un solo remo (medían 18 metros) y contando con que se trataba de cascos trirremes, es decir, con tres filas de remos.
En cualquier caso, no se trataría de un barco precisamente marinero. Su capacidad de movimientos tenía que ser forzosamente limitada, lenta y torpe, con más que probables problemas de coordinación. Por eso no hay noticias de que se llegara a usar jamás en guerra y limitara su navegación a alguna exhibición; tampoco se ha encontrado resto alguno, ni siquiera una representación gráfica. Únicamente tenemos noticia del tessarakonteres gracias a los escritos de algunos autores como Calixeno de Rodas, en su obra perdida Peri Alexandreias, cuya referencia recogieron Plutarco y Ateneo en sus respectivos Vida de Demetrio y Deipnosofistas. Gracias a ellos sabemos que fue Ptolomeo IV quien ordenó su construcción en el siglo III a.C. Era aficionado a ese tipo de juguetes, ya que también mandó hacer una especie de ostentoso palacio flotante con el que navegaba por el Nilo. Quizá la cosa le venía de familia, ya que era un Filópator, o sea, descendiente del general macedonio que se quedó con Egipto en el reparto que se hizo entre tras la muerte de Alejandro Magno; y éste había empleado unas embarcaciones similares en diseño -aunque más pequeñas- durante el asedio de la ciudad fenicia de Tiro (ilustración inferior).