La ciencia griega
no fue muy propensa a la ingeniería, pero en este sentido quizá su
mayor contribución fue descubrir que la naturaleza tiene leyes generales
de comportamiento, las cuales se pueden describir con palabras. Además
está la ventaja de la geometría euclidiana
y su influjo en la técnica. Los griegos, además, pudieron desarrollar
una arquitectura muy esbelta, combinada con materiales muy pesados,
gracias a la buena calidad del terreno sobre el que se asentaban, que
permitían soportar cargas importantes.
Aunque a Arquímedes se le conoce mejor por lo que ahora se llama el “principio de Arquímedes”,
también era un matemático y hábil ingeniero. Realizó muchos
descubrimientos importantes en las áreas de la geometría plana y sólida,
tal como una estimación más exacta de y leyes para encontrar los
centros de gravedad de las figuras planas. También determinó la ley de las palancas y la demostró matemáticamente. Mientras estuvo en Egipto, inventó lo que se conoce como “el tornillo de Arquímedes”,
que consiste en una hélice encerrada dentro de un tubo y que se hace
girar para levantar agua. Este dispositivo se usó extensamente siglos
después en los sistemas hidráulicos y en la minería. Arquímedes también
fue constructor de barcos y astrónomo. Típica de su inventiva fue una
grúa que instaló en uno de sus mayores barcos, con un gancho para
levantar la proa de pequeños barcos de ataque hasta vaciarlos de su
contenido, para después echarlos al agua de popa. El tirano de Siracusa,
Heron II,
en el siglo III a.C. utilizó sus conocimientos en defensa de la ciudad
frente al ataque de los romanos. Su comportamiento fue semejante al de
los ingenieros tal y como se concibieron en los siglos XV a XVIII,
siendo una de las grandes mentes de todos los tiempos.
La primera obra de ingeniería cuya autoría está bien documentada es el abastecimiento de aguas de la ciudad de Samos, que incluía un túnel de 1036 m de longitud. Data del siglo VI antes de Cristo y su autor fue, según Herodoto, el arquitecto Eupalinos de Megara.
Conocemos los nombre de varios otros ingenieros griegos y helenísticos,
como son los de Crates, que en el siglo IV a.C. realizó el desagüe del
lago Copaïs mediante una galería de 2400 m de longitud, o Thophylactos,
autor de una calzada cerca de Jalkis o el mítico Sóstrato de Cnido, al que se le atribuye el faro de Alejandría en el siglo III a.C. Otro ingeniero importante fue el macedonio Dinócrates,
el planificador de la ciudad de Alejandría. El propio Herodoto,
apasionado admirador de los persas, nos habla de las obras de ingeniería
realizadas por los oficiales de Darío y Jerjes.
Nos ha legado los nombres de algunos de ellos como Mandrocles de Samos,
autor del puente sobre el Bósforo. El mejor ejemplo de estructura de
contención de la antigüedad está en el tempo de Demetrio en Pérgamo
(s.II a.C.). Para construir una terraza en el frente del muro se
requería un muro de 14 m de altura y 85 m de longitud con contrafuertes.
Aproximadamente en 440 a. de J.C., Pendes contrató arquitectos para que construyeran templos en la Acrópolis,
monte rocoso que miraba a la ciudad de Atenas. Un sendero por la ladera
occidental llevaba a través de un inmenso portal conocido como Los
Propóleos, hasta la cima. Las vigas de mármol del cielo raso de esta
estructura estaban reforzadas con hierro forjado, lo que constituye el
primer uso conocido del metal como componente en el diseño de un
edificio. Las escalinatas de acceso al Partenón, otro de los edificios
clásicos de la antigua Grecia, no son horizontales. Los escalones se
curvan hacia arriba, al centro, para dar la ilusión óptica de estar
nivelados. En la construcción actual de puentes se toma en cuenta
generalmente el hecho de que los que se curvan hacia arriba dan
impresión de seguridad, en tanto que los horizontales parecen pandearse
por el centro.